Se trata de España

La diferencia enriquece si convive la diversidad que la pone de manifiesto; cuando no, fragmenta

No se puede evitar recordar los versos de Blas de Otero (1916-1979), cuando uno se refiere a España, influido por viejas vivencias universitarias de juventud. Bilbaíno, poeta extraordinario y tardío, comunista confeso, marxista a machamartillo y seguramente el autor que más veces ha aludido a España en su poesía. No era infrecuente en su tiempo y en su colectivo; Alberti, Celaya, incluso catalanistas como Espriu han aludido repetidamente a España. Como lo hacían los partidos más relevantes de la izquierda, entonces clandestina, orgullosos portadores de la “E” en sus siglas. España estaba entonces tan fijada en el marco de las izquierdas y de las derechas, que ni siquiera se sabía que pudiera haber otra cosa que no redundara en la sólida identidad histórica y política de la nación.

Tanto es así que he recordado un título de Otero, Que trata de España, para rotular esta columna. Quería señalar y es ese mi propósito, que cosas tan aparentemente ajenas a la política como la tauromaquia y cualquier otra identificable de modo inequívoco con lo español, se pone ahora y precisamente por eso, en cuestión. Ya no estamos en ese tiempo de entidad indisoluble de lo que significa la palabra España. De lo que se trata ahora es de lo contrario, de recuperar el empeño y actualizar la invertebración de que hablaba Ortega. El enfrentamiento abierto entre el hombre y el toro no es esencialmente distinto del que opone el león al cervatillo y desde luego mucho menos cruel y mucho más equilibrado, pues el hombre opone arte e inteligencia al instinto y la fuerza del toro, pero entre el león y el cervatillo no hay más que instinto y fuerza en un desequilibrio evidente. Se trata de España, no de la tauromaquia. Como se trata de España cuando se trata del diseño y administración del sistema educativo y de la lengua. La diferencia enriquece cuando convive la diversidad que la pone de manifiesto, cuando no, fragmenta. Quebranta y debilita si compite y se nutre del enfrentamiento.

Se trata de España, de eso se trata cuando lo que se pretende es atomizarla a medida de las oligarquías de arrabal. La debilidad de la democracia; que es un sistema frágil, amenazado por las miserias y los egoísmos, por el mal que anida en la naturaleza humana; reside en la tolerancia de lo intolerable, en la permisividad de lo perverso y en las carencias e ignorancias de quienes han sido elegidos para que entiendan cuán diferente es la autoridad del poder.

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