Jueves de Nazareno

El Nazareno liberaba a un preso de la cárcel de la calle Convento y recibía a los gitanos de la calle Río

Hoy es un día muy especial en Algeciras y no es que en Algeciras todo tenga que ser especial, sino que el Nazareno tiene una adenda del duende de nuestra tierra. Un doce de mayo lejano, las autoridades permitieron que las iglesias fueran saqueadas y las imágenes arrastradas por las calles. Esa plaza tan querida por nosotros, permanentemente guardada por la majestuosidad de la iglesia mayor y resguardada por la capilla que fuera testigo de la repoblación de la ciudad, esa plaza que ha sido, hace nada, el lecho de muerte y quizás la envoltura de santidad para Diego, el buen sacristán de la Palma; esa plaza, digo, fue, como la calle Convento y aledaños, pista de aquellos arrastres. El párroco salesiano de la Palma, Andrés Yun Encinas, sería el primero de los curas que reinstalarían la religiosidad popular en Algeciras dando lugar a que existiera una semana santa apenas celebrada hasta entonces.

El Nazareno, recuperado a trozos por Juan Oncala, dicen que entre los escombros del interior de la iglesia y en los alrededores del matadero -más allá de la actual estación de Renfe-, desfiló recompuesto con más fe que pericia, en 1937, sobre unas parihuelas llevadas a hombros por unos cuantos fieles: Manuel Ruiz, los Oncala, Antonio Hernández, Antonio y Luis González, Remigio Gil y "unos pocos más", cuentan las crónicas de aquel tiempo de luz, que emanaba de entre las tinieblas de la incomprensión, la intolerancia y la brutalidad. Debió de ser y así cuentan que lo fue, una escena emocionante, ver de nuevo las imágenes religiosas salir a la calle en procesión, como es tradicional en toda España y en todo el mundo de radicación hispánica, en América y en Filipinas. Poco después se incorporó la imagen del Santo Cristo de la Fe, donada por Antonio Payá. Pasado un año del primer desfile y siendo ya cercana la semana santa de 1938, se fundó oficialmente la cofradía "siendo las diecinueve horas del día 23 de febrero".

Viví de cerca la remodelación de la cofradía en la década de los ochenta, con hermanos tan significativos como Manolo Martín, Pepe Ojeda -pregonero por dos veces de la Semana Santa- Juan Martínez, Juan Garzón y Pepe Ortega. Ellos y otros muchos actualizaron la generosa voluntad de aquellos primeros hermanos que tuvieron que hacerlo todo desde la nada. Hubo un tiempo en que el Nazareno liberaba a un preso de la cárcel de la calle Convento y recibía la bienvenida de los gitanos de la calle Río.

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