Capataz Pepe Jurado

Ya era una institución entre los cofrades algecireños y en unos años lo sería en la comarca

En efecto, tiene razón la pregonera de la Semana Santa de este año, María Teresa (Mayte) Jurado Muñoz: la calle Montereros, esa calle y no otra, debiera ser rebautizada con el nombre de su padre, Juan José Jurado Mejías. No sólo porque Pepe nació en ella sino porque en su embocadura con la calle Sevilla, se escenificaron algunas de las mejores arrancás de la Borriquita tras un giro para enfilar la cuesta, dispuesto para probar a costaleros de arte. El barrio, que nace en la colina de la Matagorda, sobre las viñas del vino Especial, adoptó el nombre de la ermita salesiana de San Isidro, donde los de mi generación ubicamos el alma buena del padre Miguelito. A Pepe Jurado, le llamábamos entonces Pepe Teresa, añadiendo al suyo el nombre de su madre, nacida en La Línea y reubicada en Algeciras. El nombre que ahora lleva su hija, la pregonera.

Como Paco, que era de Luzía (con zeta), como yo, que era de Isabelita. También se daba la variante del padre, tal que se ha mantenido en algunas culturas, pero, en una tierra como la nuestra, la de María Santísima, la madre se eleva sobre todas las cosas. Pepe es una leyenda en el mundo cofrade, el de Algeciras y el de más allá del Bujeo y del río Palmones. Tuvo la generosidad, la gentileza, de proponerme, allá en el ecuador de los años ochenta, para pregonar la Semana Santa, después de que lo hiciera en Los Barrios. Hubo un nihil obstat para la propuesta y pronto, tras la inolvidable Lola Peche, él mismo abordó la tarea y pronunció los pregones de Algeciras y de otros muchos pueblos hermanos. Pepe era cofrade de nacimiento, lo llevaba en la sangre, como sus hijos, alimentados por la feminidad acogedora de Carmen Muñoz, al lado siempre, cercana siempre.

Estoy seguro de que nuestras autoridades acogerán de buen grado la propuesta de Mayte. No puedo imaginarme otro escenario que el que se nos ofrece, de rotular una calle de San Isidro con el nombre de uno de sus más queridos hijos. Cuando Pepe Jurado pronunció el primero de sus muchos pregones, en 1987, sucediendo a Lola Peche, le presentó el padre Francisco María Cruceyra. Ya era, desde la Borriquita, una institución en el universo cofrade algecireño, pero en unos años lo sería en toda la comarca. Siempre lo tuve a mano, le conocí bien y doy fe de su calidad humana. Apenas le quedaban unos meses de vida cuando ayudó al legendario padre salesiano Alberto Rodríguez, a celebrar la boda de mi hijo en Algeciras.

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