Cádiz, nuevos tiempos: industria y desarrollo

Los últimos datos de la EPA referidos a la población activa por sectores para la provincia de Cádiz son dignos de atención. Son preocupantes para Andalucía y Cádiz desde la consideración que tenemos algunos economistas de que el sector industrial es esencial para el desarrollo regional. Ninguna provincia andaluza logra alcanzar la media nacional de empleo industrial (12,2%), porcentaje ya de por sí bajo si lo comparamos con las regiones y los países más desarrollado de nuestro entorno. En ese contexto, Cádiz muestra una alarmante falta de músculo industrial (8,1% de empleo en el sector) que unido a su alto porcentaje de paro la sitúan en el furgón de cola del desarrollo en España, dato que confirma otros informes recientes. Es muy relevador el reciente informe COTEC sobre el talento en el que la brecha en capacidades técnicas es 30 puntos más baja en Andalucía que en España y 70 menos con respecto a Alemania.

El diagnóstico, no muy alejado del de otras zonas de Andalucía, contrasta con el predominio industrial de la provincia hace cincuenta años y con los orígenes de la industrialización en España que dio aqui algunos de sus primeros pasos y que razones institucionales de un desastroso siglo XIX desaprovecharon. El déficit de capital humano con el que se empezó el siglo XX (nuestra alfabetización estaba alrededor del 20% de la población cuando en países como EEUU era del 80%) fue un lastre que pesó en el desarrollo y el crecimiento de los establecimientos industriales (en el naval, aeronáutico, automoción y petroquímico, principalmente) dirigidos desde fuera, sin sinergias entre ellos y sin un sólido planteamiento de desarrollo regional. El declive industrial que originó la crisis de la segunda mitad de los años setenta hizo perder más de 10 puntos de peso al sector. El imparable cambio técnico, con decisiones que propiciaron las ubicaciones de parques tecnológicos en Málaga y Sevilla (ignorando la tradición y oportunidades de Cádiz) aumentó la debilidad industrial de Cádiz agravada por el déficit de infraestructuras de transporte ferroviario y sus conexiones portuarias. Estos déficits estructurales no se han corregido por la parálisis en las decisiones públicas y las escasas iniciativas singulares. Valga como muestra: se sigue a la espera del Centro de Fabricación Avanzada, prometido hace años por la ITI; y, en el despliegue de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), con más de 1.000 M€ en Andalucía, solo aparece como proyecto singular superior a los 50 M€ la planta de producción de hidrógeno verde Moves en Puerto Real.

El desajuste en el desarrollo regional en España y Andalucía es preocupante. Las principales aspiradoras de recursos de Madrid y Barcelona (absorben más de 10 veces recursos para startups de machine learning que los de Andalucía) y el desequilibrio interno en nuestra región con Málaga y Sevilla, están creando una España vaciada tecnológicamente. Las complementariedades de las acciones públicas, de las empresas y del sistema educativo conforman los ecosistemas de desarrollo industriales y tecnológicos del futuro pero los equilibrios entre ellas no están reflejándose en el territorio.

Cádiz llega tarde a este reto de intentar una estrategia que coordine universidad, empresa e instituciones en búsqueda del desarrollo de su territorio. Ha faltado voluntad política, agilidad, coordinación e inteligencia en las instituciones; el débil tejido empresarial local no ha tenido los recursos y capacidades a la altura del reto, salvo honrosas excepciones; y, la universidad ha sido lenta en sus decisiones y le ha faltado recursos. Es relevador que siendo la UCA pionera en España en plantear esta estrategia emprendedora hace más de quince años no la haya elevado a rango de vicerrectorado hasta 2024.

Este declive regional de la provincia va acompañado de la atonía de la capital, una ciudad que merma, envejece y tiene el riesgo de deslizarse hacia una especie de parque temático ocupado por turistas. Todo ello dibuja un proceso difícil de revertir que requiere altísimas dosis de acierto estratégico unido a voluntades políticas, capacidades directivas y empresariales, y conocimientos.

El acierto estratégico podría plantearse uniendo los activos generados en nuestro pasado con los cambios que se vislumbran para el futuro, utilizando la máxima de “explotar lo que sabemos hacer y explorar nuevas oportunidades”. La supuesta creatividad de Cádiz debería ambicionar y explorar nuevas opciones estratégicas. Son obvias las opciones de la economía azul, pero habría que ir más allá y ampliarlas mezclando lo azul, la industria y la privilegiada ubicación estratégica de Cádiz, con la inteligencia artificial, los nuevos requerimientos del lenguaje, reforzar la formación STEM e introducirse en las cadenas de suministros mundiales. El reto pasa por salir del conformismo y ambicionar proyectos singulares que conecten con la tradición internacional de Cádiz. Estos proyectos ambiciosos y singulares podrían ensamblarse y combinarse sobre las líneas estratégicas que se diseñaron para Europa con los PERTE (lengua e inteligencia artificial; economía circular; laboratorio de experiencia social; naval; aeronáutico…) y que probablemente sufran cambios tras las próximas elecciones europeas y el convulso mapa internacional.

La concepción de la estrategia en tiempos turbulentos traslada su centro a la gestión de carteras de opciones. Estas pueden generarse utilizando nuestra privilegiada ubicación geográfica para influir en las cadenas de suministros industriales, en imaginar cómo unir actividad portuaria, cadenas de suministros, actividad industrial, logística urbana y técnicas de lenguaje para la inteligencia artificial (los grandes modelos lingüísticos como ChatGPT están ganando presencia en las manufacturas). Estas ideas deberían aglutinar los impactos puntuales que han tenido eventos relevantes en Cádiz como el Congreso Mundial de la Lengua, la SailGP, el Blue Economy Forum, etc. pero que su escaso seguimiento, dirección estratégica y conexiones con un plan consistente y persistente en el tiempo los han hecho irrelevantes para nuestro desarrollo.

Este necesario acierto en el diseño, en la generación de opciones, es una condición necesaria pero no suficiente. Los modelos de desarrollo regional en los que se basan requieren voluntad política, coordinación y eficiencia en su ejecución entre las administraciones públicas, las empresas, el sistema educativo y la ciudadanía. Medir, dar información, comprender estos procesos, será también una tarea que nos ayudará a cambiar y a cómo hacerlo; y, sobre todo, nos recordará que la voluntad y el conocimiento son las energías motrices de la industria y el desarrollo.

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