Los cuadernos perdidos de Robert Walser | Crítica

Un equilibrio difícil, y no siempre conseguido

El poeta Diego Roel

El poeta Diego Roel / DS

El poeta argentino Diego Roel, con su poemario Los cuadernos perdidos de Robert Walser, fue galardonado con el Premio Loewe de Poesía, en su pasada edición. Se trata de un libro que destaca por una sencillez expresiva que sin embargo contiene un poso enigmático –o eso nos sugiere la lectura-. Percibimos que el poeta nos quiere decir más en la interpretación de las expresiones que en la expresión en sí. Como si la poesía estuviese en la palabra, pero sobre todo en su silencio.

En el poemario hay pensamiento, idea, imagen. Las principales claves de la poesía. Todos estos horizontes figuran en poemas breves. De frase corta, aunque con pretendida larga distancia. No obstante, siempre nos queda la duda de si la fórmula de la poesía de Diego Roel es acertada o insuficiente. No sabríamos decir –de manera categórica- si los poemas del autor argentino, con este estilo aséptico y hondo, con este equilibrio tan difícil, se mantienen en pie o tropiezan en el intento de trazar su itinerario poético.

Los cuadernos perdidos de Robert Walser se divide en dos apartados: el primero, un conjunto de poemas; el segundo, una serie de anotaciones –quizá lo más interesante de la propuesta- que son síntesis del aforismo, la sentencia y el verso. Del primer apartado destacamos Vida de poeta, con su buen cierre: “Todavía soy incapaz de expresar / toda la perfección e imperfección / de las cosas. / El poeta tiene que ser astuto / como la serpiente, sencillo / como la paloma”. Una declaración de intenciones de la poesía de Diego Roel, que se desarrolla, o quiere desarrollarse, en esa suma de la agudeza y la levedad.

Leemos en el libro otros poemas que podríamos definir con la etiqueta de testimoniales. Son escritos que simulan los apuntes de un diario. A la manera de esos “cuadernos perdidos”. Probablemente los poemas que menos interesen a los lectores. Un ejemplo es Final del día: “Dejo en esta curva del camino / flores y semillas de hibisco. / Ato mis cordones, me ajusto / el cinturón. / Alzo los ojos al cielo: / quiero gozar de la luz del regreso”. O Archivo municipal: “Encerrado en esta oficina, / clasifico cartas que no llegaron / a destino. / Fatigo mis ojos hasta encontrar / aquel punto donde la luz refracta / y expande su latido. / Yo siempre tuve una mirada microscópica”.

Culmina Diego Roel con el apartado Escrito a lápiz. Un capítulo en el que, sospechamos, el poeta recrea esas frases puntuales que los escritores apuntan en hojas sueltas o libretas –hoy día en notas del teléfono móvil-. Al igual que sucedía con el primer tramo del libro, en esta sección también encontramos textos que dejarán fríos a los lectores. Aunque, de aquí y de allá, despunte el hallazgo. Así en imágenes como esta que escribe el poeta argentino: “El día relumbra como un santo”.

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