El especialista | Crítica

Homenaje de un especialista a sus colegas

Ryan Gosling, en 'El especialista'.

Ryan Gosling, en 'El especialista'. / D. S.

Es lógico por dos razones que David Leitch haga un homenaje a los especialistas en forma de comedia disparatada. La primera es que, antes de convertirse en director, ha sido doble de Brad Pitt o Van Damme, coreógrafo de luchas, coordinador de especialistas y director de segunda unidad en muchas y famosas películas de acción y violencia -Blade, El club de la lucha, Daredevil, Matrix Revolutions, V de Vendetta y varias entregas de la saga Bourne- hasta debutar en la dirección en 2014 codirigiendo con Chad Stahelski, otro doble y especialista, John Wick. Otro día para matar. Y es igualmente lógico que el formato sea la comedia disparatada porque este ha sido el camino de su filmografía -salvo su debut en solitario como director con Atómica (2017)- con títulos como Deadpool 2 y su extensión Érase una vez Deadpool, Fast & Furious: Hobbs & Shaw y Bullet Train.

Comedia disparatada no quiere decir que su cine tenga algo que ver con la comedia loca o screwball comedy en su larga historia de Capra a Allen. En ellas lo decisivo, además de la acción alocada, es el fino ingenio del guión y la gracia de las réplicas. Leitch tiene más que ver con la tradición del slapstick o humor físico que creó Mack Sennet y representó en su cumbre Harold Lloyd, pasado por el departamento de animación de la Warner y -con Frank Tashlin de por medio- por el Jerry Lewis que resucitó el humor físico.

Leitch es un pariente pobre de estos precedentes. Lo suyo es trufar el cine de acción más físicamente brutal y menos argumentalmente creíble con el humor gamberro. Cuando más se ha acercado a la comedia física tradicional es en esta película que -basándose en la serie televisiva The Fall Guy (título original también de la película)- representa su homenaje a los especialistas o dobles que interpretan escenas peligrosas. Ryan Gosling -que trabajó con Leitch en Dead Pool 2- es el doble de la estrella Aaron Taylor-Johnson y el eterno enamorado de una Emily Blunt a la que deberá ayudar cuando se convierta en directora y se enfrente a muchos y más serios problemas de los que a veces se dan en un rodaje.

El problema es que el humor descafeína la espectacularidad y esta, el romance. Quizás Leitch no ha calculado bien la dificultad de hibridar tres géneros o no tiene las fuerzas suficientes para hacerlo. Hay explosiones, persecuciones, caídas y accidentes de todo tipo. Hay una historia de amor. Hay un homenaje al cine lleno de guiños cinéfilos y televisivos, y, por supuesto, a los especialistas. Hay humor. Pero cuando todo se mezcla estos elementos parecen perder intensidad. Los cocineros saben qué difícil es combinar sabores haciendo que se potencien y equilibren en vez de que se neutralicen los unos a los otros.

Ryan Gosling y Emily Blunt tienen en común haber interpretado dos de las peores comedias musicales que haya visto -La La Land y El regreso de Mary Poppins- y haber protagonizado -él como Ken y ella como Kitty Oppenheimer- el fenómeno Barbenheimer. Reunirlos tiene su gracia… Para quien les encuentre la gracia. Para ser justos hay que decir que hacen lo que pueden, sobre todo él. Pero también hay que decir por cuestión de justicia que como pareja de comedia les ganan Aaron Taylor-Johnson y Hannah Waddingham.

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