Campo Chico

Veinticinco años no es nada

  • Hace veinticinco años, don Sebastián, arcipreste de la ciudad, me hizo el honor de encargarme el pregón

  • Aquel alcalde se sentía líder espiritual del pueblo, como no pocos monarcas de la edad media

  • La primera piedra, yaziríes y xeminíes

Nª Sª de la Palma de Algeciras

Nª Sª de la Palma de Algeciras / E. S.

La imaginería andaluza tiene unas dimensiones comparables a las de la imaginación, por más que imaginería derive de imagen y no de imaginación. Los imagineros son los escultores que esculpen imágenes religiosas, sobre todo realistas y más que nada para exhibirlas en los templos y pasearlas en la semana santa y eventos de esa naturaleza. Los yaziríes estamos convencidos de que la Virgen de la Palma es única, pero no es así, ni mucho menos. Ni siquiera la advocación algecireña se libra de los alter ego. El catálogo de advocaciones de la Madre de Dios es de una dimensión inconmensurable, pero es que incluso los nombres se repiten. La buena parte pagana de la religiosidad popular multiplica advocaciones y nombres ad libitum. Chocantes a veces, aunque no lo sea por quienes están familiarizados con la denominación. Cinta, Regla o Montaña son nombres de mujer en los lugares de influencia de la respectiva advocación. De la Virgen de Cinta son devotos en Cataluña, Madrid y Andalucía. No obstante ser Patrona de Tortosa (Tarragona), Huelva dispone de un santuario consagrado a Nª Sª de Cinta. Y mucho más: en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife) hay una Virgen de Cinta y también en Madrid, esta última muy ligada a la colonia catalana, particularmente tortosina, de la capital.

De Regla y de Montaña, o Montañas en su caso, podríamos repetir lo dicho para la Virgen de Cinta. Pues si bien la gran cantante chipionera Rocío Jurado hizo muy popular a la de su tierra, la imagen de la Virgen de Regla está presente en muchos otros lugares, hasta se venera en la santería afrocubana ligada al rito animista. La advocación llamada de la Montaña o de las Montañas tampoco se queda corta, aunque a nosotros nos resulte muy próxima la de Villamartín, por más que la patrona de la ciudad sea Santa Ana. La primera vez que a uno le presentan a una muchacha que se llama Montañas, te quedas un tanto sorprendido. Como si se llamara Cinta o Regla, desde luego. Palma es un nombre entrañable para los yaziríes y Almudena para los madrileños, pero para quien los oye por primera vez debe de ser chocante. Los gestos paganos, muy comunes pero especialmente ostentosos en Andalucía, alcanzan toda clase de supuestos. Vírgenes con fajines de general, condecoraciones, honores y demás detalles cariñosos pero mundanos, están a la orden del día. En Algeciras, el bastón de mando del acalde se lo reparten la Virgen de la Palma y el Cristo de Medinaceli, según sea y corresponda. La Virgen es además, alcaldesa perpetua, nombre y adjetivo para no pensar en ellos. Pues lo de alcaldesa adjudicado a una imagen, no deja de tener su aquel, y lo de perpetua es mejor no meneallo, dado que raya en lo inverosímil: ¿cómo conceder perpetuidad a algo inerte que ni siquiera ha nacido?

La Palma de Algeciras con el bastón de mando La Palma de Algeciras con el bastón de mando

La Palma de Algeciras con el bastón de mando / E. S.

Sin entrar en mayores, pero advirtiendo que el asunto da para mucho, nuestra Virgen de la Palma viene precedida, como es sabido, de una bella historia y de una, no menos bella, leyenda. Vaya usted a saber qué hay de cierto en ésta o en cualquier otra, pero eso no le resta misterio y belleza, y quizás un punto de verdad. Porque las leyendas son casi siempre un envoltura de fantasía, más o menos esponjada, sobre un punto de realidad. Cuentan que un barco italiano se arrebujó por estas cosas, evitando como pudo un terrible temporal, y llevaba a bordo una talla con destino a Cádiz ¡no faltaba más! adonde ya existía ¡por supuesto! una antigua talla de la Virgen de la Palma y se veneraba, por lo tanto, la advocación de muy antiguo. No tanto, claro, como cuando se le ocurrió la idea al rey Alfonso XI en su empeño por cristianizar la Algeciras musulmana. Puesto a tomar la ciudad un Domingo de Ramos, un 28 de marzo, el de 1344, colocó una imagen que llevaba en su equipaje de guerra, en una mezquita que estaba más o menos disponible y ordenó que fuera venerada como Nª Sª de la Palma. Es de suponer que los gaditas sorbieron en su momento la advocación como propia, pues allá en la capital procesiona el lunes santo la Archicofradía de la Palma, de la que evito explicitar el nombre oficial completo por falta de espacio.

Medusa, de Bernini Medusa, de Bernini

Medusa, de Bernini / E. S.

La imagen que el barco italiano trasportaba era una escultura en mármol que algunos asocian, no con demasiado tino, al gran escultor italiano Gian Lorenzo Bernini, que vivió en el siglo XVII. Bernini trabajaba, efectivamente, el mármol y lo hacía con gran realismo. Sus esculturas son impresionantes, probablemente las de la bellísima plaza romana Navona sean las más conocidas. Sin embargo, aún teniendo en cuenta que los pliegues de las vestiduras recuerdan a los esculpidos por Bernini, el rostro de la Virgen dista mucho de parecerse a los suyos, de entre los que pudiera ser el más representativo, el del personaje mitológico de Medusa. Pues bien, resulta que el barco no conseguía reemprender su ruta a través del Estrecho. Por más que la tripulación se empeñaba, un nuevo temporal se lo impedía. Alguien sugirió desembarcar la imagen y los temporales cesaron, señal evidente de que la Virgen quería quedarse para siempre en Algeciras y para nada integrarse en la imaginería mariana de la ciudad de Cádiz.

Grabado sobre el terremoto de 1755 en Lisboa Grabado sobre el terremoto de 1755 en Lisboa

Grabado sobre el terremoto de 1755 en Lisboa / E. S.

La Virgen de la Palma de Cádiz, también tiene su leyenda, en este caso milagrosa. El día de los Tosantos de 1755, dos meses mal contados después de que Algeciras se convirtiera en ciudad, un tsunami consecuente al terremoto de Lisboa, con epicentro en las proximidades del cabo de San Vicente, que alcanzó valores máximos en intensidad y causó estragos en la capital portuguesa, provocó un violento oleaje, con olas de más de treinta metros, que amenazaba con engullir a la ciudad. En Lisboa se hablaba de un destrucción rayana en el 85% y de un número de víctimas de cerca de cien mil afectados, más de la mitad muertos. Las olas inundaron el barrio de la Viña y las parroquias empezaron a sacar las imágenes de sus hornacinas y expositores y mostrarlas frente a las aguas. En la Viña, un fraile capuchino, el hermano Bernardo, y el párroco Macías, enfrentaron a las aguas, acompañados de algunos vecinos, el estandarte de la Virgen de la Palma y a la voz de ¡hasta aquí madre mía! detuvieron la riada. Una placa lo recuerda en el lugar del suceso.

Virgen de la Palma de Cádiz (estampa de 1834) Virgen de la Palma de Cádiz (estampa de 1834)

Virgen de la Palma de Cádiz (estampa de 1834) / E. S.

De tantas paradojas como genera la religiosidad popular y ese cruzado mágico de fe y gestos paganos, destaca en estos días la concesión de la medalla de la Virgen de la Palma a la Hermandad de la que es titular. El uso de una referencia religiosa en una ceremonia civil está en el origen de lo que para un desconocedor de nuestra idiosincrasia representaría encontrarse con el hecho. Es como conceder la medalla del coronel al regimiento que dicho coronel manda. Obsérvese que la señalada paradoja tiene una sana intención que es la de distinguir a un colectivo por parte de la autoridad civil a través de una mención religiosa. Pero la cosa no queda en eso. Cuando el hermano mayor de la hermandad recoge la medalla no sólo expresa su gratitud al Consistorio, sino que sugiere al alcalde sea distinguida la advocación con la llave de la ciudad. Alcaldesa perpetua, portadora del bastón de mando del corregidor y de la llave de la ciudad, todo en uno abundaría en algo tan insólito como convertir a una imagen en un verdadero icono de concentración de poder. Ya hubo un alcalde, algo más de tres décadas atrás que encargó una imagen de la Virgen de la Palma al margen de la Iglesia, la albergó en el no hacía mucho finiquitado hospital civil de la calle Convento e impuso fuera sacada en procesión frente al parecer del párroco de nuestra iglesia mayor y arcipreste de la ciudad.

Virgen de la Palma (Triana, Sevilla) Virgen de la Palma (Triana, Sevilla)

Virgen de la Palma (Triana, Sevilla) / E. S.

Afortunadamente hoy hay mucha paz y entendimiento en las relaciones iglesia-municipio. Tanta que las exhibiciones religiosas se han compartido hasta el punto de no saberse con claridad a cuál de las dos instituciones se debe una determinada iniciativa. La brillantez alcanzada por la semana santa algecireña se verá ensalzada por la Magna Mariana. La Virgen de la Palma saldrá el sábado 9 de septiembre de su templo a las 17:30 y quedará entronizada a las 21:00 en la calle Santísimo, por donde pasarán las 11 imágenes de otras tantas advocaciones. La gestión del alcalde para implicar al Ejército en los desfiles procesionales de la Semana Santa, ha supuesto un notable incremento de su popularidad como político y de la general acogida de que gozan las procesiones. Hubo un tiempo, sin embargo, en los años de omnipresencia socialista, particularmente en la década de los ochenta, en que se hizo todo lo posible por alejar la Semana Santa y, en general, los actos de componente religiosa, de la sociedad civil. Los años noventa, por el contrario, fueron de recuperación pero no tanto por consideración a la naturaleza de los contenidos cuanto porque aquello formaba parte de la estrategia política.

Hace veinticinco años, el párroco Sebastián González Araujo, arcipreste de la ciudad, me hizo el honor de encargarme el pregón conmemorativo del ducentésimo septuagésimo quinto aniversario de la parroquia y del septuagésimo quinto de la confirmación canónica de Nª Sª de la Palma, que fue cuando se cumplieron dos siglos de la erección de la parroquia. El alcalde de entonces no estaba por la labor y sus continuos desencuentros con don Sebastián se vieron rematados por la elección del pregonero con la que no estaba en absoluto de acuerdo. Ni el párroco ni yo, entonces como ahora, animado por un activo espíritu crítico, éramos del agrado del corregidor. Aquel alcalde se sentía líder espiritual del pueblo, como algunos dirigentes de las repúblicas bananeras y no pocos monarcas de la edad media, y no le perdonó al párroco la para él desafortunada, inoportuna e inconveniente elección. La parroquia de la Palma estaba a rebosar, pero ni la televisión local ni ninguna representación municipal asistieron. Una concejala de Izquierda Unida tuvo la gentileza de estar allí y le agradecí públicamente, al comienzo del pregón, su gesto, tan sutilmente expresivo de un respeto que, al parecer, sólo ella y, tal vez, su organización política tenían por el pregonero y por lo que se pregonaba.

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