Campo Chico

Mis calles de siempre

  • En Algeciras hay una calle que amplía a otra que no existe, con placa a la altura de un número uno que tampoco existe

  • La tradición de que sólo supieran los autóctonos dónde paraban los autobuses se ha mantenido hasta hace poco

  • Familias, siestas y cines de verano

La calle Real.

La calle Real.

Lo cierto es que hubo un tiempo en que ese brazo de la calle Panadería que se da de bruces con la cuesta de la calle Sacramento fue un lugar de referencia en Algeciras. Cuestiones asociadas a los prejuicios y tal vez también a esa falta de perspectiva que nos hace cometer tantos, tan graves e irreversibles errores, lo han ido relegando a un papel secundario en la geografía urbana, no obstante poseer cualidades y disponer de condiciones más que favorables para constituirse en una pequeña plataforma, plana y confortable para el comercio.

Las cuatro esquinas del cruce con la calle Larga que baja vigorosa hasta juntarse con la hoy calle Prim –Mola en tiempos de otros pareceres políticos– se erigían en representativas del cambio de cota entre la meseta de la Plaza Alta y el remanso que, dada la proximidad al mar, suponen los aledaños y adláteres de la Plaza Baja. En la base de la fuente central de la Plaza Alta hay una placa de cerámica que indica que ese lugar está a 17 m sobre el nivel del mar. La placa no puede verse porque los arreglos que han sufrido el monumento y el suelo de la plaza la han ocultado. Está en la cara norte de la fuente y frente a la bocana de la calle Convento. Bien que esos 17 m están referidos al nivel del mar en Alicante. La diferencia entre los dos niveles marítimos, el de Alicante y el de Algeciras, se estima en algo más de 3 m, de modo que podemos establecer que la diferencia de cota entre la Plaza Baja y la Plaza Alta es de unos 14 m. Esa será pues la escalada con la que están familiarizados los algecireños que viven al sur del eje de la calle Panadería.

La zona de escalada estaría entre ese eje y el de la calle General Castaños o Carretas, su antiguo nombre. Era costumbre reservar el del general para el tramo entre la calle Larga y la calle José Antonio, y el más antiguo de Carretas para el tramo que va desde el Secano a ese cruce. La figura de Juan (John) Morrison que terminó por dar nombre a la que hasta entonces había sido la calle Alta, invita a que nos detengamos someramente en el relato de la llegada del ferrocarril a Algeciras, que tuvo sus precedentes nonatos.

La calle Ancha. La calle Ancha.

La calle Ancha.

El conjunto de profundas transformaciones de todo tipo, técnicas, económicas y, como consecuencia, sociales que se conoce como “la revolución industrial”, se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra. Sus brotes pueden muy bien circunscribirse a la aparición en 1705 de la máquina de vapor, que perfeccionaría en 1775 el ingeniero escocés James Watt. Asociado con el empresario inglés Matthew Boulton, ambos crearían un imperio comercial que sería causa primigenia del liderazgo del nuevo Estado formado por Inglaterra, Escocía y Gales. De entonces procede la bandera llamada Union Jack formada por dos cruces, la blanca sobre fondo azul, en aspa, de San Andrés (Escocia) y la roja de San Jorge (Inglaterra). Años después se añadiría en rojo, la de San Patricio (Irlanda) que también en aspa, encajaba la mar de bien en el diseño. Algo tuvo que ver esa inspiración en la bandera de Vizcaya o Ikurriña, adoptada como del País Vasco, que también, con color verde esta vez, incorpora la cruz de San Andrés.

Si primitivamente tuvimos una calle Ancha, otra Larga y otra Alta, sin duda fue porque sobresalían, respectivamente, en anchura, longitud y altura. Mi colega y amigo, el profesor Nicasio Salvador Miguel, un experto de referencia ineludible en el entorno educativo, literario y cultural del tiempo de los Reyes Católicos, al oírme en una ocasión referirme a “la calle Ancha”, me preguntó con cierta sorna si es que las calles de Algeciras eran estrechas y esa se significaba entre ellas. La pregunta, tan oportuna y razonable, me detuvo el pensamiento. Es para nosotros tan familiar el nombre que lo desasociamos de su significado, pero ¡claro que está asociado a él!, la calle Ancha era la más ancha en el diseño original del marqués de Verboom. Como la calle Larga era la más larga. La calle Ancha no era tan larga, un poco más larga que ahora sí, porque la calle Muñoz Cobos formaba parte de ella acogiendo la parte de atrás de la parroquia. Luego se iniciaba la cuesta de la calle Larga, que continuaba hasta el Río.

Calle Panadería con Sacramento. Calle Panadería con Sacramento.

Calle Panadería con Sacramento.

Los fraccionamientos, en este último caso más numerosos, motivados por el crecimiento de la nómina de celebridades y alguna que otra cacicada, han dejado a algunas de nuestras vías principales, como ocurre precisamente con la calle Larga, hechas unos zorros. Bueno sea, no obstante, que una parte de ésta haya sido dedicada al alcalde de la Conferencia de 1906, Emilio Santacana, designado precisamente para desempeñar el importante papel de recibir a los delegados de los países participantes y perpetuado a través del monumento que recibe a los visitantes desde la zona sur, a orillas del gran hotel Reina Cristina. Fue ésta una muy acertada decisión del ayuntamiento presidido por Tomás Herrera Hormigo.

Bordeando la rotonda donde está el monumento todavía pueden apreciarse restos de la vieja muralla andalusí. No sé si cuando se le puso el nombre de Emilio Santacana a ese tramo de la calle Larga se tuvo en cuenta que fue ahí donde la familia Santacana, procedente de Cataluña, montó su negocio de destilerías de bebidas espirituosas, aguardiente sobre todo. Bien las guardó durante bastante tiempo el padre de nuestro inolvidable paisano José Luis Nieto.

La calle Alta es, en efecto, la más alta. En el sentido de que, apuntando hacia la calle Sevilla, en el contexto urbano de San Isidro, se produce un considerable desnivel, semejante al de sus paralelas en la subida a la vieja colina desde la calle Carretas, de la Matagorda, luego barrio de San Isidro, de posterior incorporación al casco urbano. El Secano rodeaba a la Algeciras del tiempo de la Vinícola, en la esquina de la hoy calle María Auxiliadora, junto a los magníficos artesanos de Bordados Calvente y al Ali Oli en el que Manolo Cárdenas y Lina, con la ayuda de Eli, mantienen los viejos modos de hacer de nuestros hosteleros de antaño y una clientela de gente de bien que crea un ambiente inigualable.

Placa en la estación de Atocha, Madrid. Placa en la estación de Atocha, Madrid.

Placa en la estación de Atocha, Madrid.

Justo enfrente y al otro lado de la antigua carretera de Cádiz a Málaga, del solar del Patio del Loro y a unos pasos del todavía vigente Patio Custodio, una de las leyendas urbanas de Algeciras. La Vinícola comercializaba el legendario Vino Especial de las antiguas viñas de la Matagorda, que yo creo que se le denominó así porque ya nos llamaban especiales a los de Algeciras, tal vez derivando de un antiguo impuesto –un impuesto especial– que hubo cuando la repoblación cristiana, si bien yo creo que nos llaman especiales porque lo somos. Los autobuses de Comes y de la CTM tuvieron a la Vinícola como referencia para la parada que efectuaban en esa zona. Acababas quedándote con el nombre, de tanto repetirlo los cobradores que cobraban una cantidad distinta de la que aplicaban al recorrido hasta el Rinconcillo.

Yendo hacia la playa, luego venía la parada del Hotel Garrido, pasada la Perseverancia y el Instituto, y dejando a la izquierda el Pasaje Andaluz y el Bolonia, los cabarets por excelencia de la época. El urbanismo anárquico e indescriptible de esa zona habría hecho las delicias de los antropólogos más avezados. Era una especie de barriada en la que viviendas unifamiliares de cierto nivel convivían con habitáculos improvisados.

La calle Real completa el cuadro de alusiones asociadas a las características de algunos ejes viarios principales. Otras denominaciones que guardan cierto paralelismo con la intencionalidad descriptiva de aquellos nombres son el callejón de la Vieja, el callejón de las Viudas o el callejón de las Moscas, por citar unas cuantas. Lo de Real se refiere a su papel de conexión entre las dos plazas, la Alta y la Baja, definitorias de las dos cotas en las que se significa el paisaje urbano de Algeciras. Tal vez se perciba, con ocasión de estas consideraciones, el dislate, el desconocimiento del rostro de la ciudad y la falta de percepción de su latido, que traduce eso de llamar Barrio de la Caridad a la sustancia misma del casco histórico.

Monumento cota cero en Alicante. Monumento cota cero en Alicante.

Monumento cota cero en Alicante.

Como en todos los casos, la calle Real ha sufrido los embates al fraccionamiento originados por el caciquismo institucional, hasta el punto de que una placa de cerámica la denomina Ampliación de la calle Real (sobre la oficina de CajaMar). En Algeciras hay pues una calle que amplía a otra que no existe y a la altura de un número 1 de la calle Cánovas del Castillo, que tampoco existe.  

En el Hotel Garrido vivieron los Garzón, Manolo, Teresa y sus hijos cuando vinieron de Sevilla como promotores de viviendas. Uno de ellos, Juan, que probó a ser torero y algo hizo, se radicó para siempre en Algeciras. Fue el heredero de Ango (acrónimo de Antonio Gómez), el antiguo librero y estanquero de la calle Ancha, y uno de los personajes más significativos de nuestro mundo cofrade. En Algeciras la tradición de que sólo supieran los autóctonos dónde paraban los autobuses se ha mantenido hasta hace bien poco. Las paradas, hoy ornadas con marquesinas explicitando el recorrido de los autobuses y las horas aproximadas de llegada, son de muy reciente diseño. No hace mucho había que preguntar a alguna señora, usuaria habitual, dónde paraba un determinado autobús y cuál era su recorrido. De la hora de paso ni lo cuento.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios