Campo Chico

La imagen de la Virgen y Luis Carlos Gutiérrez

  • La imagen es de mármol de Carrara, de la cantera de la famosa ciudad toscana en el corazón de Italia

  • Los años de la República fueron terribles para los católicos, eran tenidos por enemigos del sistema

  • Un Consejo de Sabios para ir a mejor

Imagen de la Virgen de la Palma de Algeciras

Imagen de la Virgen de la Palma de Algeciras / Hermandad de la Palma

Habrá que esperar al señalado día 9 del próximo mes de septiembre, el sábado que está a punto de llegar, para ver si Nª Sª de la Palma, lleva en su trono los dos o sólo uno de los dos bastones de mando que ha recibido a lo largo de estos años. La advocación mariana cuyo patronazgo estamos celebrando este ferragosto de orígenes remotos, será visitada por algunas de las principales advocaciones que comparten con ella protagonismo social en la ciudad de Algeciras. La Magna Mariana empezará, Dios mediante, a la caída del sol. Las imágenes, llevadas por los hermanos cofrades, pasarán ante la puerta del callejón Santísimo con la Virgen de la Palma entronizada, en un gesto protocolario semejante al que recibe cada año, desde tiempos inmemoriales, la Hermandad del Rocío de Almonte, de sus fraternales homónimos de otros muchos pueblos de Andalucía y de más allá de nuestros confines territoriales.

El origen del ferragosto, de esta fiesta centrada en el día 15 de agosto, es pagano. La instituyó César Augusto, protegido del procónsul Julio César, conquistador de las Galias, que tanto trabajo nos dio con sus guerras cuando aprendíamos latín. César Augusto fue el primer emperador que tuvo Roma y estableció la llamada Feriae Augusti, un par de décadas mal contadas antes del nacimiento de Cristo, para celebrar la terminación del período anual dedicado a actividades agrícolas.

En la presentación de las hermandades del Rocío se tiene en cuenta; como Dios manda que se haga en cualquiera que sea el acto institucional; la norma básica de todo protocolo, apoyada en el viejo y asumido supuesto de que la antigüedad es un grado. En el desfile, las hermandades se ordenan de modo que la más antigua pasa la última. Como, en términos de autoridad, el cura oficiante de la eucaristía es el último que sale y el último que entra. Tal que ocurre en el desfile institucional de la ceremonia de apertura de curso en las universidades: el rector es el último que accede al estrado y las facultades se ordenan desde la que alberga a la titulación más moderna a la que acoge a la más antigua.

Virgen de la Palma de Cádiz Virgen de la Palma de Cádiz

Virgen de la Palma de Cádiz / E. S.

Donde existen los estudios de Teología, ésta es la última en el desfile pues fue la primera de las titulaciones universitarias: la Universidad es una creación eclesiástica inspirada en la búsqueda de Dios, de la verdad objetiva. Apenas ya cultivada, salvo en universidades de la iglesia, la Teología ha sido sustituida por la Filosofía. Cuando los actos terminan con música y se emite más de un himno, ha de tenerse muy en cuenta el grado que apunta a su significado. Por ejemplo, hoy día, que se tienen himnos de distintos ámbitos, siempre es el himno nacional el que cierra el acto. Hubo una ocasión, hace unos años, en que en un acto institucional, en Algeciras, se emitió el de Andalucía tras el de España; tardé en reponerme de la mala impresión que me produjo. He visto alguna vez, en algún edifico oficial, la bandera de Algeciras con los colores invertidos. Hay descuidos que dan cuenta de que algún estrabismo domina las actuaciones de los próceres. Los símbolos son importantes y el cuidado del protocolo dice mucho de la cualificación de sus actores.

Ocasión es de recordar la figura de Luis Carlos Gutiérrez Alonso, que murió joven, en 1994, en Algeciras, donde nació en 1950. Vivió su infancia en la calle San Antonio, en una casa que frecuenté casi como extensión de la mía. Lorenzo y Remedios eran sus padres. Manuel, el mayor de sus hermanos, era Manolín para nosotros y sigue siéndolo, afortunadamente. Un día me habló de la palmera imperial del paseo marítimo y otra de las puertas coloniales de madera tallada, que sirven de acceso a la magnífica casa que rodea la esquina de la calle Ancha con el Calvario. Escribí sobre ambas cosas y sirvió para que le prestaran un poco de atención a la palmera.

Virgen de la Almudena Virgen de la Almudena

Virgen de la Almudena / E. S.

Luis Carlos sufrió reveses dolorosos y su inmensa alma de artista total se resintió. Le interesaba todo lo que suponía un modo de formular algo inexplicable de otro modo que no envolviera al arte como expresión suprema de los sentimientos más hondos. Sus felicitaciones de Navidad me llegaban con puntualidad y eran dibujos suyos hechos con lápices de colores y ornados de motivos relacionados con Algeciras, su pueblo y el mío. Vivía en el Madrid eterno de los aledaños de las murallas, no muy lejos de donde apareció la imagen de la Virgen que sería llamada de la Almudena porque estaba oculta en el muro de una pequeña ciudadela.

En alguna parte de Algeciras debiera haber un rótulo con el nombre de Luis Carlos Gutiérrez, para que la gente preguntara por él. Es el mejor servicio que se puede prestar al recuerdo de quien merece ser recordado. Una ciudad debe mantener presentes los nombres de aquellos hijos suyos que dieron ejemplo con su ser y con su estar, sobre todo cuando como en Algeciras se diluye lo que es y lo que ha sido, en el cultivo de lo que los próceres quieren hacer de ella. Se diría que Luis Carlos era un experto en artes decorativas, pero a mí, que le conocí de cerca, se me queda corto el título, si bien nunca pude imaginar que, como sucedía con él, alguien pudiera decir cosas tan bellas de una sencilla pieza de cerámica.

Luis Carlos donó una gran parte de su riquísima colección de objetos artísticos al museo algecireño que, al cabo de los años, casi veinte después de la donación, en el mes de mayo de 2013, inauguró una vitrina para exhibir de modo permanente algunos de ellos. Las ciudades, tal como pasa en la nuestra, no encuentran sitio para acoger lo que para ellas guardan sus nativos o afectos. En el legado de Luis Carlos hay un trabajo inédito que entregó poco antes de su muerte a Juan Ignacio de Vicente. Nuestro inolvidable paisano estudió la actual imagen de la Virgen de la Palma con la intención de averiguar quién fue su creador.

La imagen es de mármol de Carrara, de la cantera de la famosa ciudad toscana instalada en el corazón de la vieja Italia. Los saqueos que sufrieron las iglesias católicas en mayo de 1931, a poco de proclamarse la Segunda República española, afectaron gravemente a nuestra iglesia mayor. Sus imágenes fueron arrastradas por la Plaza Alta y la calle Convento y en algún caso, como ocurrió con el Ecce Homo, utilizadas para burla y ludibrio de los salteadores y acompañantes. La imagen de Jesús de Nazaret fue colocada en una mesa de la Taurina, una taberna anexa a la capilla de Europa, que también sería saqueada, y allí sometida a burlas y vejaciones.

Virgen atribuida a Maragliano del Convento del Carmen, Cádiz Virgen atribuida a Maragliano del Convento del Carmen, Cádiz

Virgen atribuida a Maragliano del Convento del Carmen, Cádiz / E. S.

La imagen de Nª Sª de la Palma sufrió un importante deterioro, especialmente en la cara de la Virgen, pero la del Niño quedó milagrosamente intacta. Ésta pues era el único recurso para tratar de identificar al autor. La cabeza de la Virgen fue restaurada por un artista desconocido. Luis Carlos, recurriendo a la estatuita del Niño, dedicó mucho tiempo a estudiar detalles que pudieran dar una pista y llegó a la conclusión de que muy probablemente el autor de la talla primitiva fue el escultor genovés, Anton María Maragliano, nacido en la bellísima localidad provinciana de Santa Margarita Ligure en 1664 y fallecido en la capital, Génova, en 1739. El estudio de Luis Carlos, lo guarda celosamente nuestro Juan Ignacio de Vicente, que lo mantiene, archivado, tal cual aquel se lo dejó.

Los años de la República fueron terribles para los católicos, eran tenidos por enemigos del sistema. Los saqueos a las iglesias y conventos, las violaciones y los asesinatos no fueron las únicas acciones que evidenciaron esa actitud. Precisamente hubo una enconada resistencia a otorgar a la mujer el derecho al voto. Contra la posibilidad de reconocimiento a ese derecho, se mantuvo fuerte la diputada malagueña Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista. Kent consideraba que las mujeres no estaban preparadas para tomar decisiones, demasiado sometidas –según ella– a sus esposos y a la Iglesia.

La teoría de Kent tuvo cierta acogida en el ala conservadora del Congreso. Frente a ella, Clara Campoamor, madrileña, liberal, defendió la plena incorporación de la mujer a la vida política y a la sociedad. Tres mujeres ocupaban escaño en el Congreso, en 1931. La tercera, también madrileña, Margarita Nelken era militante del PSOE y próxima a los argumentos de Kent en su oposición al voto femenino. Los debates fueron tan vivos que, visto el ruido que llegaron a formar las tres únicas mujeres que había entonces en el Congreso, los diputados empezaron a bromear sobre lo que podía ocurrir si su número crecía considerablemente.

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