Campo Chico

Callejeando hasta evocar a Santacana

  • Sobre la tienda que había en la esquina, estaba la vivienda de don Manuel Pérez Petinto y de su esposa Mercedes

  • En el lugar de la destilería de los Santacana estaría después La Llave, la ferretería de la familia de Luis 'el Güila'

  • Calles de dos en una

Ferretería La Llave, a mediados del pasado siglo.

Ferretería La Llave, a mediados del pasado siglo.

Contaba Enrique Salvo Medina, el arquitecto algecireño restaurador de la Capilla de Europa, entre otras muchas actuaciones relevantes, que medianero con el Cuartel de la Guardia Civil de la calle Carretas, era el edifico de la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), sindicato de inspiración libertaria que tuvo gran protagonismo durante el período republicano. Sindicalistas y guardias compartían ratos de ocio y juegos de mesa en el salón que para esos menesteres disponía el sindicato. Debía de ser una imagen radiante de paz interior y exterior ver, en aquellos años treinta, que no fueron precisamente felices, a unos guardias compartir con los sindicalistas, mesa y piezas de dominó o cartas de baraja española en los ratos libres o de descanso. Por entonces, en un pueblo cercano desde todas las ópticas, en Casas Viejas, junto a Medina Sidonia, tuvo lugar una tragedia que se llevó por delante a una treintena de personas, entre guardias y campesinos. La CNT tuvo algo que ver en ello, pero sobre todo fue debido a las condiciones infrahumanas en las que vivía el campesinado andaluz.

Blas Infante, que era de pensamiento libertario, visitó aquellos lugares después de la masacre perpetrada por el enfrentamiento de campesinos armados contra la Guardia Civil. De la choza calcinada de Seisdedos, el campesino que lideró la revuelta, se llevó un trozo quemado de la pata de una cama y el brote de un rosal, dícese que de rosas rojas, plantado junto a la puerta. El rosal lo replantó en su casa de Coria, hoy museo, y cuentan que al brotar de nuevo dio rosas blancas. La pata de madera quemada la tuvo siempre Infante en su despacho. El rosal se helaría, como supone Alejandro Delmás Infante, nieto de don Blas, y el trozo de madera quemada desapareció, pero ahí quedó la historia contada por los descendientes de Infante y por su amigo Pedro Vallina. El drama de Casas Viejas, que lo era de España, afectó al mismísimo Gobierno de la República, presidido por Manuel Azaña, que estaba formado por una coalición de cuatro partidos, entre los que los mayoritarios eran Acción Republicana (Azaña) y el Partido Socialista Obrero Español. Casas Viejas fue un precedente de los tiempos revueltos que se avecinaban.

El cuartel de la Guardia Civil de la calle Carretas ocupaba los números 45, 47 y 49, hoy agrupados en un solo edificio, cuyo nombre ha perdido la ese quedándose en "Carreta". Esa fachada de los cuarenta impares con la que casi se inicia la pequeña subida suministrada por la proximidad de la colina de la Matagorda, adonde se asienta San Isidro, es en verdad, una fachada histórica. En el número 43 estaba la sede de la CNT y el 41 era el llamado Patio de los Calderones, al que me he referido ya por ser el lugar en que se situó el primer gran café dedicado al espectáculo, tanto deportivo, se daban veladas de boxeo, como de música popular y, sobre todo, adonde se celebraban bailes los fines de semana. Lo abrió, como ya dije, José, el abuelo materno de los Fernández Calderón. La evolución de los acontecimientos ha resituado en estos parajes, la antigua sede del Partido Popular, en el callejón Bailén, en una primera planta mucho más confortable que la que tuvo cerca del monumento a la madre, una escultura, moderna y evocadora, con alusiones veladas a la obra de Fernando Botero, que ha conseguido ser referencia en el entramado urbano.

El pequeño tramo de General Castaños que va desde Juan Morrison a la calle Larga; es decir, al cruce en el que se ubica el histórico edificio de la fábrica de fideos, que lo fue también de chocolate, tiene en sus silencios guardadas unas cuantas historias de personas y cosas. Junto a la farmacia más bonita del mundo, la Farmacia Hernández, que destila buen gusto por las paredes y le regala al viandante la alusión a uno de los mejores especialitos de que disponemos, Paco Cortina, se instaló Bastri en su segunda ubicación. Trini Sarmiento, la bella descendiente de la Tía Anica, y Pepe Bas, que llegó de Cataluña y se rehízo en esta tierra de María Santísima, ya habían arrancado en Teniente Serra, y se asentaban en un mejor local que no mantendrían por mucho tiempo. De vecina tuvieron a Maruja Moya, que a una primera altura instaló su peluquería, justo al lado de la casa de Lola Peche y al mismo nivel de calle. Tres mujeres con sus historias familiares profundamente enraizadas en la de Algeciras.

Maruja Moya Navarro era prima hermana de Luis Alberto del Castillo, con quien compartía el apellido materno. Me he referido muchas veces a la casa de Maruja en el callejón de las Viudas, pero me la reencuentro en el corazón y en la memoria una y otra vez sin proponérmelo. Aquella casa, la del número 7, era tan mía como la de Luis Gutiérrez y Anita Serrano, la del número 6, casi enfrente, constituidas ambas en las referencias de mis estancias en el callejón. El patio de los Moya era uno de esos patios de vecinos que tanto abundaban en Algeciras, pero éste estaba compartido solamente por tres familias. Frente a la entrada de los Moya estaba la trasera de la tienda que había en la esquina y encima de ésta la vivienda que compartían don Manuel Pérez Petinto y su esposa Mercedes. Don Manuel, que había estudiado Derecho en el Colegio del Sacromonte y en la Universidad de Sevilla, fue secretario del Ayuntamiento en 1908 y publicó en 1948 la tercera Historia de Algeciras de que tengo noticias.

Emilio Santacana y Mensayas publicó su Historia de Algeciras, al empezar el siglo XX; en 1901, para ser exactos. Es la primera y la más conocida de unas cuantas que se han sucedido hasta llegar a la más actual y quizás la más documentada o, al menos, la más ajustada a los moldes historiográficos de hoy, debida al trabajo de varios autores, coordinados por Mario Ocaña y publicada por la Diputación de Cádiz, exactamente cien años después de la obra de don Emilio. A Manuel José Narváez Urbaneja, un activo participante, recientemente fallecido, de esa espléndida realidad que es la asociación Julia Traducta, se debe una nota biográfica ilustrada de Emilio Santacana, el más notable de los miembros de una importante familia de origen diverso que se afincó en Algeciras hacia 1840, como resultado del matrimonio contraído por un comerciante en alcoholes destilados de Reus, Francisco Santacana, y la algecireña Josefa Mensayas.

Francisco y Josefa abrieron una destilería en la calle Larga, en el tramo que hoy lleva precisamente el nombre del alcalde Emilio Santacana, el más pequeño de sus hijos. Las destilerías se alternaban en esa vía urbana con las ferreterías, desde el cruce con la calle Panadería hasta encontrar enfrente a la tienda de tejidos de don Isaac, al que la gente se refería como Donizá. Muchos hemos sabido que Donizá significaba don Isaac, ya bien mayores. En Donizá se compraban las telas para las túnicas de los penitentes. El encargado de la tienda, Ángel Carrasco, ligado a la cofradía de la Buena Muerte, hizo mucho bien en la ciudad en los años cuarenta, especialmente en la Bajadilla, donde facilitó el acceso a la propiedad de sus viviendas a muchas familias trabajadoras sin medios para poder hacerlo por sí mismos. En la destilería de los Santacana estuvo de encargado el señor Nieto, padre del inolvidable José Luis y abuelo de la politóloga y parlamentaria andaluza, Inmaculada Nieto Castro. En el lugar de la destilería de los Santacana estaría después La Llave, la ferretería de la familia de Luis el Güila, el del "chirrín chirrán".

El matrimonio Santacana Mensayas tuvo cuatro hijos: Francisco, Encarnación, José y Emilio, ella nacida accidentalmente en Huelva y ellos en Algeciras. José y Emilio fueron alcaldes, el segundo en 1893 y el primero en 1894. Pocos meses estuvieron los dos al frente de la Alcaldía en un período convulso de nuestra historia. Muy probablemente, Emilio, recomendaría a su hermano para sucederle, pues además de pertenecer a una familia de la escasa alta burguesía de la ciudad, había recibido una educación exquisita y tenía un gran prestigio social. Más tarde, con motivo de haberse convocado la Conferencia Internacional, en 1906, Emilio sería requerido para ocupar nuevamente la Alcaldía, entendiendo como era de entender, que se trataba de una personalidad a la medida del gran acontecimiento diplomático que se avecinaba.

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